Concha de la Serna, nieta de la ilustre escritora Concha Espina, estudió en el New York School of Fine Arts, el Centro de Artes Plásticas de Puerto Rico y el Institut Supérieur de Peinture Décorative de Paris, además es licenciada en Estudios Hispánicos por la Sorbona.
Empezó su andadura en el mundo del arte pintando cuadros, durante quince años se dedicó además a la pintura sobre porcelana. Trabajó durante 10 años creando jardines (que como ella dice fue solo cambiar de medio y jugar con elementos vivos).
Siempre entre París, Madrid y su tierra, desde hace años se dedica también a pintar murales, techos y muebles por encargo, de forma, exclusiva y personalizada, para cada cliente.
En su pintura ella elige los temas que atraen la inspiración a sus sentidos, como son la luz, el agua la música o el aroma…plasma esas emociones tanto con realismo como de forma abstracta, como si cerrando los ojos intentase pintar con el alma, trabaja intensamente con trazo decidido y constante.
De la Serna exhibe unas cuatro exposiciones al año tanto en Europa como en América, con conceptos siempre renovados, en los que profundiza hasta plasmarlos sobre el lienzo.
La pintura de Concha de la Serna es un relato en el espacio. Ella dice que sus cuadros son mutantes, que varían de luz según el lugar y la hora:
“En algunos cuadros quiero expresar el recuerdo de una emoción que se concreta en una luz y un colorido, es algo oculto, sin transparencias, difícil de visualizar…, pero que se comunica profundamente con el alma del que observa el cuadro. El propósito es el de captar algo instantáneo que se desvanece y que necesito plasmar para compartirlo con los demás”
Desde su tierra más querida, Cantabria, creó una exposición de paisajes sobre la cual pronunció estas hermosas palabras:
“Aquí en mi querida bahía, esas emociones adquieren un perfil y una presencia tangible e inmediata. He querido rendir homenaje a la memoria de mi abuela Concha Espina, que a los ochenta y cinco años y completamente ciega, quiso escribir “Un Valle en el Mar”, novela que hoy cumple 50 años y en la que describe de memoria los paisajes de la bahía de su juventud. He recorrido estos paisajes de su mano a través del filtro de mis ojos y de unas emociones compartidas. Aquí pinto los límites de la luz de esta Cantabria infinita de la que soy parte definida”
La obra de De la Serna mira casi siempre a la naturaleza. De alguna manera, la artista se guía por el barroquismo de una fuerte luz interior que le impulsa hacia la evasión:
“Siempre me ha gustado volar. He hecho vuelo sin motor y ala delta, supongo que tengo necesidad de compartir ese impulso que a mí me proporciona una gran paz”
Aunque en sus comienzos estuvo interesada en la figura humana, ahora el mar y el cielo, “con las sutiles variaciones de luces y reflejos”, son sus pasiones a la hora de plasmarlas en un cuadro.
Tela, papel o maderas
La pintora madrileña emplea acrílicos sobre tela, papel o madera; trabajando a base de veladuras “que permiten que el color actúe ante la luz con mayor frescura y transparencia”. Esto potencia la fuerza del color y revitaliza directamente el matiz de las tonalidades. Con esta técnica, la artista consigue dar un vigor especial a la luz, que juega a variar según el ángulo de reflexión y la intensidad de cada momento.
De la Serna pinta de una manera rapidísima, con carácter de urgencia. Para ella la obra nueva no existe: “La llevo en la cabeza, a veces durante mucho tiempo, y cuando tengo oportunidad la pinto directamente. Por eso soy tan rápida, porque la veo terminada ya en el momento de empezar”.
En obras muy grandes, a veces la pintora se ayuda de pequeños croquis, o escribe textos, “para apoyar la memoria”. En plena actividad, despliega muchísima energía porque, como ella misma asegura, “es un ejercicio físico agotador, que exige tanta concentración que incluso se me olvida comer”.